sábado, 25 de mayo de 2013

La via verde del Tajuña completa

Crónica de JuanCar

La red de vías verdes es un proyecto de la Fundación de los Ferrocarriles de España que tiene por objeto reconvertir antiguas vías de tren en desuso en itinerarios cicloturistas y senderistas.
En Madrid son sólo cinco las vías verdes existentes: La del Guadarrama entre Móstoles y Navalcarnero, la del Alberche entre San Martín de Valdeiglesias y la presa de Picadas, la de la Gasolina, de tan sólo 3 km en la misma ciudad de Madrid, en la Alameda de Osuna, la vía verde del tren de los 40 días entre Carabaña y Estremera, y la más larga de todas, de poco más de 47 km, la vía verde del Tajuña.
La principal característica de las vías verdes es que discurren sin grandes inclinaciones ya que las máquinas que circulaban por estos trazados cuando eran realmente vías de tren, no podían superar grandes pendientes por lo que todas ellas se hacen muy sencillas de recorrer.
Haciendo un poco de historia, la vía verde del Tajuña recorre el trazado de un tren de vocación agrícola que pretendió llegar desde Madrid a tierras aragonesas aunque se quedó a medio camino, en la alcarreña villa de Alocén, a orillas del Tajo. Fue inaugurado en 1901, año a partir del cual, la estación madrileña del Niño Jesús, junto al Retiro, vio partir a miles de convoyes. Éstos recorrían los 143 km de vía que morían en Alocén, estación que hoy en día se encuentra bajo las aguas del Tajo retenidas en el embalse de Entrepeñas. El tren llegó a tener incluso un ramal que desde la estación de Tajuña, situada a medio camino entre Morata y Perales, conectaba con las localidades de Chinchón y Colmenar de Oreja.
El tren de Arganda, que pitaba más que andaba, no pudo superar a los cada vez más veloces coches, ya que sus trenes, además, cada vez eran más lentos debido al calamitoso estado de las vías y de sus locomotoras. De esta manera, hubo que aparcar sus trenes de viajeros definitivamente en el año 1953. Durante unos años se mantuvo un lánguido tráfico de mercancías (sobre todo remolacha y fruta) pero, poco a poco la línea murió y fueron levantándose los carriles. Se salvó del desguace el tramo de 28 km que, hasta el invierno de 1998, unió la cementera del barrio de Vicálvaro con las canteras de El Alto (actual alto de la cementera), situada en las proximidades de Morata de Tajuña. Hasta esa fecha, por estas vías circularon continuamente trenes de mercancías acarreando Clinker calizo para hacer cemento.
Las viejas vías del tren de Clinker han sido hoy sustituidas por las de un moderno metro de superficie que, desde Madrid, recorre incansable el tramo que va hasta Arganda.

Y esta es más o menos la historia de la vía verde del Tajuña. Como dato adicional, decir que la vía verde del Tajuña parte de la localidad de Arganda del Rey y atraviesa las localidades de Morata de Tajuña, Perales de Tajuña, Tielmes, Carabaña y Orusco de Tajuña, para terminar en Ambite.
En cuanto a lo que se refiere a nosotros, son ya muchas las veces que hemos tenido oportunidad de rodar por ella, siempre haciendo tramos más o menos cortos y recorriendo tan sólo parte del trayecto que une dos o más localidades y siempre como el recurso más fácil cuando los campos están embarrados por la lluvia y no queremos repetir por las pistas del Canal de Isabel II. Lo que nunca hemos tenido oportunidad de hacer es el trazado completo que une Arganda del Rey con Ambite durante casi 50 km, lo que hace un total, ida y vuelta de casi 100 km.
Con este objetivo, y con el propósito de darnos caña y hacer una media suficientemente elevada que nos permita estar en los coches en un tiempo prudencial para volver a casa sin problemas a la hora de comer, nos juntamos en el punto de salida en Arganda 8 compañeros a los que se nos juntarían más adelante Peke y Macarena y alguno otro más que nos fue sorprendiendo por el camino. La lista de compañeros que salimos de Arganda, y que fuimos los únicos que hicimos la vía verde completa es: Jesús (Terminal), Pablo, Nacho (Gorcam), Enrique (Endpar), Javi (Javi Carva), Javi (Jablan), Ángel (Arrojo) y yo, JuanCar.

A las 8:00 en punto de la mañana iniciábamos la marcha en las cercanías del hospital de Arganda. Los primeros centenares de metros fueron más o menos tranquilos, todos agrupados y tratando de, en la medida de lo posible, ir entrando en calor, puesto que la mañana había amanecido bastante fresquita. Frescor que no nos abandonará hasta bien entrada la mañana y ya de vuelta hacia Arganda.
Muy pocos kilómetros después de empezar, se inicia la ascensión hasta la cementera. Como de costumbre, los más fuertes se situaron delante, y en este caso los más reservones, aquellos que pensaban que había que economizar fuerzas al máximo, se situaban detrás.
Poco a poco se empezaron a hacer tres grupos, y en el caso de alguno de ellos, la velocidad media de la subida no bajó en ningún momento de los 20-21 km/h, una media de velocidad bastante descabellada, teniendo en cuenta que no teníamos ni idea de si las fuerzas iban a ser suficientes para acabar todo el recorrido. Es más, en la cabeza de todos planeaba la idea de que las rampas de la cementera, ya de vuelta, habría que subirlas con más de 75 km en las piernas.

Tal era la media de velocidad que llevábamos, que en menos de media hora estábamos ya en el alto de la cementera y sin parar, reagrupándonos para el descenso. En este punto procedimos a mandar un mensaje a Peke y a Macarena para avisarles de nuestra situación y que estuvieran informados de nuestro progreso ya que ellos, como he dicho, salían desde Morata para completar cerca de 60 km.
El descenso hacia Morata fue brutal, vertiginoso. En ningún momento dejamos de dar pedales para completar el recorrido en menos de 10 minutos y a una velocidad sostenida de más de 40 km/h. Si hasta ahora pensábamos en reservar fuerzas, en este punto sabíamos que éste iba a ser el ritmo durante toda la mañana.
Al llegar a Morata, más concretamente al cuartel de la Guardia Civil, llamadita a Peke para ver dónde estaban, y al decirnos que se encontraban entre Morata y Perales, subimos de nuevo a la bici y nos dispusimos a pedalear a ritmo africano camino de completar la primera parte del recorrido.
La distancia entre Morata y Perales la hicimos todos más o menos agrupados. Quizá alguno hubo que reservaba fuerzas más por miedo al tío del mazo que por falta de ellas y por eso se retrasaba algo del grupo, pero aun así la media no bajaba. Al paso por Perales de Tajuña, nuestra media de velocidad en movimiento no bajaba de 22-23 km/h y teniendo en cuenta los matadores sube-baja que hay entre las localidades de Morata y Perales.
Desde Perales hasta Tielmes el terreno es mucho más favorable. Quizá picando en ascenso por aquello de ir contra la corriente del río, pero básicamente llano con alguna que otra rampita que en absoluto frena nuestro ritmo. A estas alturas, ya en Tielmes, alguno se pregunta si alcanzaremos a Peke y Macarena antes de llegar a Ambite, lo cual descartamos, ya que por mucho que corramos, si ellos llevan un ritmo de unos 17 km/h, jamás les alcanzaríamos. Es más, alguno se lo propone firmemente, y en vez de ritmo africano, impuso un ritmo de récord del mundo de la mayoría de nosotros no estábamos dispuestos a seguir, y es que Javi Carva está fuerte, muy, muy fuerte.

La siguiente reagrupación la hacemos a la entrada de Carabaña, trascurridos ya 35 kilómetros desde que salimos de Arganda. Justo en este punto nos llevamos la primera sorpresa de la mañana, desde lejos, y montado en una flamante 29 que un conocido le había prestado para la ocasión, apareció Miguelín que venía desde Ambite y que nos informaba que ya había contactado con Peke y Macarena. La intención de Miguel era acompañarnos de nuevo hasta Ambite, volver de nuevo con nosotros hasta Carabaña, hacerse la vía verde del tren de los 40 días y acabar regresando de nuevo hacia Ambite. Así pues y dado que las fuerzas no parecían faltarle a nadie, iniciamos de nuevo la marcha camino de Orusco por la parte de la vía que quizá más me gusta y que en esta época del año está francamente preciosa, con los cereales crecidos y verdes y el campo salpicado de todo tipo de flores entre las que destacan las amapolas con su precioso color rojo.
A la salida de Carabaña dejamos atrás el desvío de la vía verde del tren de los 40 días. En este punto la vía se convierte en un camino compartido entre coches y bicis, con lo que las precauciones han de ser mayores que en el resto de las zonas. Además, un tramo en obras ya casi llegando a Orusco, nos rompe un poco el ritmo que aun así no baja en exceso.
A la salida de Orusco de nuevo se plantea la misma situación, Javi Carva tira hacia delante y los demás, manteniendo un ritmo muy alto pero cómodo, le seguimos en la distancia. Por detrás, un pequeño grupo sigue economizando fuerzas.
Casi sin darnos cuenta, y tan sólo 2 horas y 15 minutos después de salir de Arganda, llegamos a la localidad de Ambite. La antigua estación está reconvertida en un restaurante y centro de visitantes con su terracita y su piscina (cerrada a estas alturas del año). Allí estaban ya Peke y Macarena a punto de dar buena cuenta de un magnífico bocata de lomo con queso que nos remueve a todos las papilas gustativas. Así pues, bocata de lomo con queso para todos y bebidas a tutiplén, que la vuelta son 47 kilómetros más y es necesario reponer la cantidad de calorías perdidas.

Tras una media hora dando buena cuenta del avituallamiento, y ya siendo un grupo bastante más numeroso, iniciamos el camino de vuelta. La tónica de la vuelta fue la misma que la de la ida. Siempre un par de componentes del grupo por delante tirando a saco y estableciendo las reagrupaciones, un grupo intermedio, a buen ritmo y con buena charleta, y un pequeño grupo al final que seguían algunos de ellos economizando fuerzas y otras ya yendo al ritmo que le permitían sus tocadas piernas.
El ritmo, más que bajar se mantenía, y a estas alturas la media de velocidad en movimiento no bajaba de los 23-24 km/h. Una barbaridad teniendo en cuenta la cantidad de kilómetros que se acumulaban en nuestras piernas. Por la cabeza de todos seguía pasando el mismo pensamiento..¿que pasará con nuestras fuerzas en la subida a la cementera?.
Una vez llegamos a Carabaña, justo en el cruce con la vía verde del tren de los 40 días, procedimos a hacer la correspondiente foto de grupo ya que en ese punto Miguel nos abandonaba para ir hacia Estremera y volver de nuevo por el mismo camino a Ambite.
Los demás, sin bajar el ritmo, atravesamos Carabaña y Tielmes, y al agrupar en Perales de Tajuña, apareció la siguiente sorpresa del día: Rubén, nuestro legionario cientounero, nos seguía los pasos desde Tielmes, punto al que él había llegado desde Velilla para estirar las piernas.
Peke, confiado en que su ruta acababa en Morata y que no tendría que subir a la cementera, se picó con el legionario derrochando más fuerzas de lo deseable. Por detrás los demás tratábamos de mantener un ritmo alto pero reservón de cara a conservar las pocas fuerzas que iban quedando para la subida que se nos avecinaba.
Y fue justo llegando a la entrada de Morata donde ocurrió la nota triste del día. Enrique, que circulaba justo detrás de Javi Carva, no acertó a ver a tiempo uno de los bolardos de la vía que evitan el paso de los coches hacia el camino y golpeó de forma seca y traumática con el lado izquierdo de su manillar (y mano) contra él. Yo, al oír el golpe giré la cabeza y pude ver como Enrique volaba literalmente por los aires e incluso hacía una voltereta al aterrizar en el suelo con todo su lado derecho. Menos mal que no se le quedó ninguna de las dos piernas enganchadas en los pedales, porque de ser así la cosa hubiera sido mucho peor. Afortunadamente todo se quedó en un fortísimo golpe y un montón de rozaduras. Menos mal que Peke y Macarena tenían el coche a escasos 900 metros desde allí, por lo que Macarena fue a por él y recogió a enrique y su bici y se marcharon por carretera a Arganda para que Enrique pudiera recoger su coche.
Mientras tanto los demás, con un buen susto en el cuerpo, reiniciamos la marcha. Algunos el parón nos había enfriado de tal manera que los primeros metros provocaban un intenso dolor en las piernas. Menos mal que poco a poco se fueron calentando y casi sin darnos cuenta estábamos enfilando la subida a la cementera con ya 80 km  en las piernas.
Lejos de relajarnos, el ritmo siguió vivo…quizá demasiado vivo para algunos, como por ejemplo para Peke, que no contaba con subir el puertecillo y que se había dejado casi todo picándose con Rubén. Rubén tiraba en cabeza de forma desaforada, a su rueda trató de irse Pablo, mientras que Jesús y yo les seguíamos en la distancia a nuestro ritmo. Por detrás Jablan empezaba a dejar de economizar fuerzas y abandonaba la compañía de Javi Carva y de Nacho y Peke que se quedaban bastante rezagados.
El esfuerzo de Pablo le pasó factura, y mientras yo abandonaba a Jesús, veía como Jablan nos pasaba como una exhalación camino de pillarle la rueda a Rubén. Cuando alcancé a Pablo, estábamos ya en la recta de la cementera, y ni él ni yo dábamos crédito a la velocidad de Javi con su 29 que había cazado literalmente a Rubén antes de terminar las últimas pequeñas rampas.
Desde ese momento y hasta el final, al velocidad, ya en bajada, fue trepidante y antes de darnos cuenta y a las 13:40 hora marcada por mi GPS, llegábamos al punto de inicio. Un poco rato después hacían aparición Peke y Nacho y tras ver el estado de Enrique y comprobar que estaba suficientemente bien, cargamos las bicis y nos dispusimos a volver a casita a comer y descansar del palizón de mañana.
Al final, completamos la vía verde del Tajuña en poco más de 4 horas en movimiento, a una velocidad, también en movimiento superior a 22 km/h y habiendo cumplido un gran reto y superado lo que pensábamos que era imposible, es decir, acercarnos al centenar de kilómetros y tener suficientes fuerzas como para subir a la cementera a la vuelta incluso a un ritmo superior al de la ida.
Una muesca más en nuestra culata y un muy buen entrenamiento de cara a las rutas que se nos avecinan.
                                                        Fotos de JuanCar

domingo, 19 de mayo de 2013

De Colmenar del Arroyo a Robledo de Chavela por la ermita de Navahonda

Crónica de JuanCar

Llevamos una buena temporada de rutas rompepiernas, y eso no está mal, es un muy buen entrenamiento para cuando el tiempo nos deje subir a cotas más altas. La cuestión es, ¿Cuándo nos dejará subir de una vez?. ¿Cuándo se acabarán los coletazos del invierno?. Es increíble que desde que empezó la primavera allá por el 22 de marzo, ¡¡hace casi dos meses!!, tan sólo hemos podido salir masivamente de corto una sola vez, y esa vez no ha sido en esta ruta.

Y esa previsión tan funesta en lo metereológico es posible que haya sido la causante de que para esta ruta “sólo” nos hayamos juntado 10 compañeros, que bien podríamos haber sido más si las resacas de las fiestas coperas de algunos no hubieran causado estragos.

La ruta elegida para este fin de semana fue la “bicivoladora” Colmenar del Arroyo-Robledo de Chavela-Colmenar del Arroyo. Hacía semanas que la teníamos entre las posibles y por fin esta semana, más por culpa de las nieves que siguen cayendo en la sierra que por otra razón, la hemos podido hacer. Como he dicho, últimamente nos ha dado por las rutas rompepiernas, y ésta es quizá de las que más honor hacen a ese nombre. Y es que una ruta bicivoladora que se precie ha de tener un buen equilibrio entre dureza, diversión y variedad. Lo que desde luego sí que es garantía una ruta bicivoladora es de no dejar indiferente a nadie por alguna razón, ya sea por los paisajes, por las subidas, por las bajadas o por todas las razones a la vez.


La ruta, objetivamente, no parece tan dura como en realidad es. Si tuviera que definir de una manera técnica y objetiva los datos de la ruta, diría que tiene una distancia justa y perfecta para cualquier biker, una dureza, que equiparándola a la del anillo verde ciclista es prácticamente el doble, como es el doble de su desnivel acumulado. Esconde en su perfil un par de subidas de las que nuestro querido Javi Martín diría que son “cortopetantes”, y una trialera final que si te fías puede ocasionarte mucho dolor.

Además, la ruta está trazada, supongo que intencionadamente, de forma que a la ida se atraviesen campos y dehesas que ahora mismo están es su apogeo, y para que la vuelta discurra casi en su totalidad por el GR-10. Así pues, con estos antecedentes se convocó la ruta con la posibilidad de que el mal tiempo nos aguara (nunca mejor dicho), la fiesta.

A las 8:30, con la puntualidad propia de un reloj suizo, íbamos llegando los 10 componentes del grupo al pueblo de Colmenar del Arroyo. Como de costumbre, la lista de asistentes fue: Javi (Marek), Jesús (Terminal), Pablo, Pepe Muñoz, Miguel (Miguelín), Javichu, Alberto (Peke), Valentín (Valiente), Pachi y un servidor, JuanCar.


La mañana empezó realmente bien. Pocas nubes en el cielo, apenas nada de viento, el sol en todo lo alto y una buena ración de churros que alguien compró en el quiosco del pueblo y que a más de uno nos dio una buena ración de energía extra. Lo único malo era el frío. Un fresco intenso que recordaba más a los días de principio de diciembre que a un día de finales de Mayo. Y es que todos, sin excepción íbamos equipados de invierno, incluso con guantes largos…a ver cuándo acaba esto de una vez.

A eso de las 9:00, y contando con la mirada indiscreta de algún que otro lugareño que se preguntaría qué narices hacían todos esos locos por allí, salimos del punto de aparcamiento de los coches, callejeando, rumbo a las afueras del pueblo y en busca de los prados y las dehesas de alrededor.

Para no variar, y para mi pesar, la ruta comienza subiendo. Y no empieza subiendo de cualquier manera, sino que lo hace a trompicones. Sube-baja, sube a lo bruto – baja poco, y como de costumbre, los más fuertes, entre los que curiosamente yo estaba, empezamos a separarnos del resto del grupo. Grupo que rehacemos en una de las cancelas y que cierra el maestro Marek casi tirando de un Peke al que la noche anterior le está pasando factura, al menos en los primeros kilómetros.

Y son éstos primeros kilómetros los que discurren atravesando los campos de Colmenar del Arroyo en dirección Zarzalejo por lo que mi mapa topográfico indica que se llama el “camino de la fuente del Abad”. Un camino en clara subida que consigue que mitiguemos un poco el frío intenso de primera hora de la mañana.

La subida por los preciosos campos de Colmenar del Arroyo, salpicados de flor de lavanda y jaras se termina en el camino de Navahonda por el que rodaremos una distancia muy corta, de unos 500 metros, antes de tomar la entrada a la izquierda en dirección a la dehesa de Navalquejigo.

Los parajes de la dehesa son preciosos, ¡¡y como para no estarlo con todo lo que está cayendo!!. Pero lo que más nos llama la atención, aparte de estar introduciéndonos en un frondoso bosquecillo de encinas es la gran cantidad de vacas que hay sueltas por la dehesa. Incluso alguna de ellas parecía tomar una actitud desafiante que a más de uno le hizo ralentizar su pedalada (yo uno de ellos). ¡¡Y es que hay cuernos que asustan!!.

Justo a la altura del cráneo de vaca colgado de una encina, hacemos una pequeña parada para contar algún que otro chiste y debatir por dónde narices va ahora el track, ya que las hierbas han cerrado casi por completo las marcas de los caminos y senderos. Un poco de campo a través (XC o cross-country como dirían los snob), nos dejaría de nuevo en el buen camino y en dirección a coronar la parte de la dehesa que tenemos que atravesar.


El final del camino que atraviesa la dehesa y que no está en ningún mapa (no lo busquéis porque realmente no está), desemboca en el camino de Zarzalejo a San Martín de Valdeiglesias. Y es aquí donde se finaliza la parte de senderos que tiene la ruta.

Tras reparar una pequeña avería del cambio de Jesús, y con el grupo totalmente compacto, enfilamos un pequeño tramo de carretera de no más de 200 metros que nos lleva a continuar nuestro camino en dirección Zarzalejo. Las conversaciones, los debates y los chistes vuelven a separar el grupo en dos, situación que acabará justo en el punto en el que la ruta toma el desvío para coger el famoso GR-10.

El GR-10, o Camino de Gran Recorrido nº 10 (o europeo 7, E-7), es un camino que atraviesa la península ibérica de este a oeste, desde Valencia hasta Lisboa y atravesando varias comunidades autónomas. En el caso de la Comunidad de Madrid, aparte de alguna variante en la Sierra de Guadarrama, el GR-10 entra por las cercanías del Pontón de la Oliva, y nos abandona por la localidad de San Martín de Valdeiglesias. Para no aburrir con el recorrido del GR-10, el que esté interesado puede visitar las siguientes webs: http://es.wikipedia.org/wiki/GR-10 y http://www.gr10.es/

Para lo que nos interesa a nosotros, el primer contacto que tenemos en ruta con el GR-10 es justo en la subida de lo que nosotros llamamos “la cuesta de las vías”, una subida de no más de unos 400-500 metros que salva un desnivel de casi 50 metros a la altura de las vías del tren de cercanías que une Robledo de Chavela con Zarzalejo. Es decir, un cuestón con 

un desnivel cercano a un 18% pero con una gran dosis técnica, ya que las roderas, la piedra suelta y la arena hacen bastante difícil su escalada. Es justo aquí donde un servidor ha tenido su momento de gloria (junto con otro compañero bajito, jejeje), y es que hemos sido los dos únicos capaces de llegar hasta arriba montados en las bicis. Momentos así te suben la moral hasta el infinito y más allá…pero desgraciadamente para mí, tardará en repetirse.

El cuestón de las vías, siguiendo un ramal del GR-10 que ya no abandonaremos hasta la ermita de Navahonda, y durante unos 13 km, es el prólogo de la (afortunadamente), primera bajada del día…¡¡y ya la merecíamos!!. La bajada es vertiginosa y peligrosa a partes iguales, tiene 3 kilómetros de longitud dejándonos a la entrada de Robledo de Chavela. El terreno es suelto, arenoso, con bastantes roderas y muy traicionero, por lo que aunque es en claro descenso, no permite que te relajes ni un solo minuto. Además está salpicado de cancelas que afortunadamente propician que la velocidad no sea muy elevada.


Como en todas las bajadas y subidas, el grupo se estira, recomponiéndolo justo al final del camino y ya en las calles de Robledo. Poco es lo que circulamos por las calles, tan sólo algo más de un kilómetro en subida que nos llevaría a la ermita de San Antonio y que no tenemos intención de visitar. A cambio, tomamos un desvío a un camino a la derecha que sigue siendo nuestro querido GR-10 y que nos lleva a la parte alta de Robledo y en dirección a la ermita de Navahonda.

Justo en este punto, y en la posición en la que de nuevo nos toca empezar a subir, paramos a avituallarnos y hacer un par de fotos de un grupo más reducido que en otras ocasiones. El ritmo que llevamos es bueno, las reagrupaciones no son largas por lo que vamos cumpliendo más o menos con el horario previsto.

Unos platanitos y unas barritas después, nos subimos de nuevo todos en las bicis para completar la última subida del día que nos llevará hasta la trialera de la ermita de Navahonda. La subida desde Robledo hasta el inicio de la trialera es igual de rompepiernas que el resto de la ruta. En algunos tramos se inclina ostensiblemente, pero es mucho más llevadera que la subida de las vías…también es bastante más larga. No es una subida especialmente dura; es de las subidas que tienen pequeños descansos y que a ritmillo se sube sin problemas.


Lo que más destaca de la subida son los paisajes finales a los que se asoma el camino antes de encarar la trialera. Unas vistas excepcionales de la zona de las antenas de Robledo y de la zona por la que discurre la cuerda de la Parada. Al fondo del macizo de Gredos que aún conserva un sombrero de nieve bien visible.

Y es justo en este punto donde Pablo descubre su avería. Una de las roldanas del cambio trasero de su Focus no le deja pedalear a gusto; el cambio escupe la cadena y por un momento nos llegamos a plantear cortar la cadena y dejar la bici en single-speed.  Al final, y para fortuna del propio Pablo, no fue necesario hacer nada y sin utilizar el cambio (el que está fuerte lo está siempre), llegó hasta el final sin más problema.

La bajada de la trialera de la ermita de Navahonda es muy traicionera. La facilidad y velocidad del principio hace que te confíes, y a la mínima de cambio el terreno varía como de la noche al día y aparecen pasos técnicos, piedra suelta, arena, roca, e incluso una pequeña zona de pedrolos del tamaño de un melón que de no ir bien atentos hacen que acabes con tus huesos en el suelo. Y así sucedió. Miguelín, en un paso no demasiado complicado y por ir quizá muy lento, equivocó su trazada y tiró por lo que él creía fácil cuando en realidad era lo más difícil. En ese punto el camino atravesaba un tándem de escalones de roca por la derecha, y un pequeño reguero con arena por la izquierda. Miguel, confiado en que lo más fácil era lo más llano, tiró por la izquierda, y la arena, unido a la baja velocidad con la que iba y el haber tocado más de lo debido el freno delantero, hicieron que saliera por orejas en una caída muy fea de la que fui testigo en primer plano. Fue un buen susto ya que yo, en principio pensé que había aterrizado con la cara. El abollón del casco en el lateral así lo atestiguaba, pero afortunadamente la peor parte se la llevó la maneta de freno delantero y la palanca de cambio trasero. Un buen susto, afortunadamente sin consecuencias y que para darle humor, quizá le sirva para cambiar de bici y hacerse con una doble o un 29er…quien sabe…


Desde el punto de la caída de Miguel y hasta la ermita, los fotógrafos aprovechamos para situarnos en los pasos y para tratar de hacer fotos tipo SMS…las fotos quizá consigan parecerse a las de ellos, pero definitivamente los bikers no…es lo que tiene ser “sin pedrolos”.

La trialera acaba definitivamente en la ermita de Navahonda, y justo desde allí hasta de nuevo el pueblo, abandonamos el GR-10 (o un ramal de él), y básicamente por pista y atravesando algún que otro camino y alguna que otra cancela, llegamos de nuevo al punto de incio completando la ruta en poco más de cuatro horas contando todas las paradas y reagrupaciones.


La hora de llegada y lo lejano de Colmenar de la casa de cada uno hicieron que de nuevo no pudiéramos disfrutar de la opcional…y ya son muchas rutas sin una cervecita fresquita. Tenemos que hacer acto de contrición y mentalizarnos de que la opcional es el mejor final y el colofón de las rutas…¿las retomamos?.

Es definitiva. El tiempo nos respetó en una mañana fantástica que empezó fría de verdad pero que acabó mejorándose. Las incidencias se quedaron sólo en anécdotas y la ruta trascurrió divertida, durilla y francamente bonita.

                                                                        Fotos de Jesus
                                                                        Fotos de JuanCar

domingo, 12 de mayo de 2013

Las Zetas de la Pedriza

Crónica de JuanCar

Mira que es complicado hacer la crónica de una ruta como ésta. ¿Quién no conoce las Zetas de La Pedriza?. ¿Hay alguien aún que no haya oído hablar de ellas?. ¿Cuántas veces habéis tenido oportunidad de hacerla en todas y cada una de sus variantes?: Desde la barrera, desde Canto Cochino, en sentido de las agujas del reloj, en sentido contrario, subiendo a La Nava, sin subir, sólo por pista, con senderos, etc.
Desde luego, La Pedriza es uno de los sitios más bonitos para montar en bici de toda la Comunidad de Madrid. Y no sólo montar en bici, también se pasea, se escala, hay gente haciendo carrera de montaña, gente de picnic en las proximidades del recién nacido Manzanares, etc, etc. No es de extrañar que el acceso esté restringido a un número máximo de coches. Como dato curioso, la limitación del número de coches hasta 2012 fue de 375, número que fue reducido a 183 para contribuir a conseguir el objetivo de aumentar la protección de la zona de cara a la declaración del futuro Parque Nacional del Guadarrama.
 
Es por ésta razón que si hay que ir a La Pedriza, hay que llegar allí al poco tiempo de abrir la barrera, a eso de las 8:00 de la mañana. Nosotros establecimos la hora de quedada a las 8:30 en el aparcamiento de Canto Cochino, lo cual, y dada la afluencia de compañeros nos permitiría por una parte conseguir superar todos la barrera y empezar a la hora fijada, es decir, a las 9:00 de la mañana.
El detalle de la mañana no tiene demasiada historia. El objetivo era recorrer las zetas en sentido horario, sin subir a La Nava y, como he dicho, desde el aparcamiento de Canto Cochino, lo que nos permitirá hacer la ruta en un tiempo estimado en tres horas más o menos y en función del ritmo del último y de las posibles incidencias, ya que un grupo numeroso es más susceptible de ellas que uno con pocos integrantes.
A la cita del domingo acudimos 19 compañeros…a ver si soy capaz de enumerarlos a todos: Javi (Marek), Jesús (Terminal), Pablo, Nacho (Gorcam), Ángel (Arrojo), Alberto (Peke), Jose Antonio (Ballesteros), Antonio, Javi (Javi_apf), Javi (Javi Carva), Jesús (Agila), Javi (Jablan), Miguel (Miguelín), Chani, Roberto, Rodrigo (Glabre), Amador (Cronos), Manuel (Manuelsunn) y servidor, JuanCar.
La nota más sobresaliente en el punto de salida, tras los saludos de rigor fue contemplar las dos nuevas y flamantes Scott Spark 29er de Agila y Jablan…dos pedazos de máquinas para dos pedazo de bikers. También Pablo estrenaba para la ocasión (aunque no es la mejor ruta para ello), su nueva tija pija Reverb. Y es que últimamente estamos que lo tiramos, y en todas las rutas siempre hay alguien que estrena algo…en la próxima le toca a Roberto, y suma y sigue.
Menos mal que la quedada fue a las 8:30, porque eran las 9:10 cuando empezábamos a dar pedales pista arriba en busca del primer objetivo: el collado de los pastores.
Poco hay que decir de lo sucedido en las primeras escasas dos horas de ruta hasta el collado. Como siempre, los más fuertes delante, los menos fuertes a escasa distancia, y luego un rosario de compañeros cada uno al ritmo que le dejaban sus piernas. Los 11 kilómetros de ascensión a una media del 6,5% son machacones, y gracias a que en este sentido, más o menos a la mitad de la subida hay un pequeño falso llano que incluso permite en algún punto dejar de dar pedales, las piernas pueden descansar algo. Entre Canto Cochino y el collado hicimos unas tres reagrupaciones, y es que de no reagrupar, como les pasó a los más “heavies” en la última parada, el tiempo de espera puede llegar a hacerse muy largo. No en vano, más de uno y más de dos pasaron prácticamente una hora completa en el collado entre la reagrupación, el momento barrita y la foto de grupo.
Lo que más me maravilla de la subida al collado de los pastores es lo rápidamente que se asciende y lo maravilloso de las vistas: el pantano de Santillana sobre el que se distingue claramente el castillo de Manzanares o castillo de los Mendoza, el embalse de El Pardo, la vista perfecta (era un día bastante claro y despejado) de las torres de la castellana y más allá…
Además el domingo me llamaron especialmente la atención dos cosas: la cantidad de agua que cae por todos los lados y la cantidad de nieve que queda todavía por las alturas. Con tantos neveros, no es de extrañar que tengamos deshielo hasta mediados de Junio…o más, y eso contribuye a ver agua por todos los arroyos y regueros que contribuyen a que el Manzanares baje como baja…embravecido, precioso. Es más, es la primera vez que estando en La Pedriza me llama la atención el ruido del agua del río; tal es la cantidad de agua que lleva.
La reagrupación en el collado fue, como siempre, suficiente como para comer y hacer la foto de grupo, exceptuando los que llegaron primero, que como he dicho pasaron allí casi una hora de reloj. En el collado el frío era bastante intenso debido a cómo soplaba el viento. Un día despejado pero no especialmente caluroso, sino todo lo contrario, muy agradable para dar pedales cuesta arriba, pero que merecía un cortavientos o una manga larga a la hora de bajar.
Si 11 son los kilómetros que separan Canto Cochino del collado de los pastores, 7 son los que separan el collado del comedero de buitres. Eso sí, nada que ver unos con otros. Mientras los primeros 11 son en subida continua, los siguientes 7 tan sólo tienen un par de kilómetros de subida. Y son justo esos dos kilómetros los que te machacan casi literalmente. Vienes de bajar casi de forma continua por espacio de 4 kilómetros y en los últimos 3 antes del comedero, unas fastidiosas rampas te frenan en seco y te castigan los músculos ya fríos por la bajada.
Y fue aquí donde se produjo la primera incidencia del día, más o menos a la mitad de la distancia que separa el collado del comedero Jablan estrena su Scott y revienta la cámara de la rueda trasera. En ese momento se produce un revuelo como si se tratara de un pit-stop de Fernando Alonso y en menos de un pis-pas ya están varios compañeros metidos en harina para que la avería se solucionase cuento antes. Y así fue, en menos de un decir amén, camara cambiada y de nuevo en marcha.
La reagrupación en el comedero tampoco tuvo más trascendencia. La mayoría observando la posición de La Nava por si algún día se tercia subir a ella. Hoy desde luego no era el día; la premura de tiempo de algunos y las escasas fuerzas de otros aconsejaban no tratar de recorrer los 5 kilómetros de ascenso continuo al 6-7% y su correspondiente bajada que nos hubiera llevado más de hora y media. Así pues, una vez reagrupados todos, iniciamos la bajada hacia el aparcamiento.
La mala fortuna junto con una rodera seca y dura tuvieron la culpa de que Nacho, yendo a una velocidad bastante aceptable, enganchara su rueda trasera en dicha rodera y perdiera el control de su Mondraker, dando con los huesos en el suelo. Afortunadamente la caída sólo le produjo magulladuras y un fuerte dolor en su hombro derecho y alguna rozadura en las rodillas. Nacho, compañero, que no sea nada y que te recuperes pronto. La bici también se llevó lo suyo: la rotura de una maneta. Vaya rachita que lleva la Mondraker 29!!...durará poco, seguro.
Una vez nacho se pudo poner de nuevo en macha, retomamos la bajada reagrupando en el puente sobre el Manzanares. La preocupación por nacho no nos dejó disfrutar mucho del entorno, pero lo poco que pudimos ver era espectacular. Afortunadamente Jesús pudo hacer unas magníficas fotos de cómo bajaba el río en ese punto y lo hemos podido disfrutar después.
La llegada a Canto cochino la hicimos 3 horas y 20 minutos después de salir. Todos los que llevábamos prisa salimos escopetados hacia Madrid (y no éramos pocos), el resto se quedaron en el chiringuito a disfrutar de una opcional como dios manda.
Y poco más que añadir. Simplemente desear a nacho una pronta recuperación y dejar constancia de una maravillosa mañana de bici. Desde luego, las zetas de La Pedriza jamás defraudan.
  
                                                        Fotos de Jesus